La vitamina K es un nutriente esencial para el cuerpo humano que desempeña un papel clave en la coagulación de la sangre y la salud ósea. La vitamina K se compone de dos formas principales: la vitamina K1, también conocida como filoquinona, y la vitamina K2, o menaquinona.
La principal función de la vitamina K es su papel en la coagulación sanguínea. Sin ella, el cuerpo tendría dificultades para formar coágulos de sangre y detener el sangrado en caso de lesiones o cortes. También es importante para la salud ósea, ya que ayuda a fijar el calcio en los huesos y previene su acumulación en las arterias.

La vitamina K se encuentra en una variedad de alimentos, incluyendo verduras de hojas verdes como la espinaca, el brócoli y la col rizada. También se puede obtener a través de la ingesta de ciertos aceites vegetales, como el aceite de soja y el aceite de colza. Además, algunas bacterias en el intestino humano pueden producir pequeñas cantidades de vitamina K.
La cantidad diaria recomendada de vitamina K varía según la edad y el sexo, pero en general se considera que la mayoría de las personas obtienen suficiente a través de una dieta equilibrada. Sin embargo, aquellos con ciertos trastornos de la absorción de grasas, como la enfermedad celíaca, pueden ser más propensos a sufrir deficiencia de vitamina K. Los recién nacidos también pueden tener un mayor riesgo de deficiencia, ya que su tracto gastrointestinal aún no ha comenzado a producir la vitamina K por sí mismo.